martes, 10 de septiembre de 2013



                             2:Marco

Vuelvo del colegio lentamente, andando. Me pongo los guantes, porque tengo mucho frío. Hoy estoy de mal humor, me estoy dando cuenta de que no tengo vida a la que apoyarme. Ojalá sacara buenas notas, me esfuerzo al máximo y no apruebo los exámenes. No tengo amigos, y en el colegio no hacen más que insultarme, no tengo nada, nada. 

Cuando estoy en la vuelta de la esquina, veo a un niño de al parecer, raza negra, que está llorando. Me pregunto porque, sus ropas estas sucias y mojadas y tiene heridas en las piernas.

-¿Qué te pasa?- pregunto indeciso.

-¿Qué te pasa?-repito.

No responde. Sube la cabeza poco a poco. Y entonces me mira sus ojos están rojos, de llorar, y su rostro lleno de sal.

-¿Qué te pasa?- repito por tercera vez, más lento.

- ¿Esto es España?-dice él, su español es poco entendible.

-Sí… ¿Cómo te llamas?

-Alí…

-Marco, ¿porque llorabas?

-Porque en mi país dicen que España es el paraíso, pero no lo es.

- España no es el paraíso.

Alí baja la cabeza lentamente, no sé qué decirle. España, desde luego no es el paraíso



-¿Vienes acompañado?- le pregunto, si viene con alguien lo llevaré con él. No soporto verlo  así.

-No, Padre ha vuelto a Marruecos, la gente mala no nos deja irnos a España, está prohibido.

-Entonces… ¿no tienes a nadie?

Oigo a Alí llorar, solloza muy sigilosamente. No sé qué hacer. Le paso la mano por encima del hombro y le digo.

-¿Tienes hambre?

-Llevo sin comer 2 días.- dice con la voz entrecortada. Se le ve muy flaco. Entonces me acuerdo de que hoy no me he tomado el desayuno, me quedé castigado en la clase. Abro el bolsillo y saco un bocata y un zumo de naranja. El mira la comida como si fuera oro. Y abre rápidamente el zumo y bebe, bebe y bebe hasta terminarse la botella. Y abre el bocata y come, come. Vaya, sí  que tenía hambre.

-No tengo nada más.- digo.

Como no sé qué decir me levanto y me voy corriendo, cuando estoy en la puerta del bloque de mi casa, miro hacia la farola el niño mira al horizonte triste y entonces me doy cuenta de que mi vida no es tan mala como yo creía que es. Debería empezar a valorar las cosas que tengo.

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